Infierno; Canto IV

Traducción del italiano antiguo al español, realizada por el maestro de lengua y cultura italiana del Instituto Polýglottos; Luis Jiménez Chargoy.



INFIERNO

Canto IV

Un sólido estruendo interrumpió, en mi cabeza, el sueño. Consternado y confundido, me levanté como quien con un sobresalto se despierta. Moví entonces la mirada de un lado hacia el otro, entrecerré los ojos para poner atención, intentando reconocer el lugar donde ahora me encontraba. Era verdad, había llegado a uno de los extremos de este sitio maldito, estaba en el borde donde inicia el doloroso valle del Infierno; el lugar donde retumban una infinidad de lamentos. La oscuridad era tan densa y profunda aquí, que aun esforzando la mirada, no lograba discernir absolutamente nada, ni a poca distancia.

-Ahora es que iniciaremos a descender en este ciego mundo -comentó, con el rostro pálido, el gran poeta-. Yo iré adelante y tú caminarás detrás de mí.

-Pero, ¿cómo podré ir contigo, maestro? -le interrumpí al darme cuenta de su cambio de color, ahora demacrado- Tú, que continuamente me das el valor de seguir, aclarando con aplomo todas mis dudas, si ahora soy yo quien te ve seriamente asustado. ¿Cómo puedo avanzar de este modo? 

-El tormento que sufren las almas relegadas en este sitio, hace que mi rostro adquiera esta imagen de angustia y aflicción que tú confundes con miedo. Sigamos, que el viaje es largo y no tenemos tiempo que perder.

Entonces seguimos, fuimos ingresando cada vez más en ese primer círculo que rodea el comienzo de la espiral del Infierno. Aquí ya no se escuchaban llantos, sino que se percibían sólo suspiros, algunos que incluso por momentos hacían temblar el aire a nuestro alrededor. No gritaban porque, aunque sufrían de intenso dolor estas interminables filas de almas de niños en su mayoría, mujeres y hombres, al menos no estaban siendo torturadas.  

-¿No me vas a preguntar quiénes son estos espíritus que ves? -inquirió mi bondadoso guía, para después confesarme- Antes de que continuemos con nuestro camino, quiero que sepas algo, ellos no cometieron ningún pecado, incluso pudieron hasta haber hecho algún mérito. Pero eso no fue suficiente para estas personas, pues nunca recibieron el bautismo estando en vida, que es la puerta de entrada a la fe. Y si acaso vivieron antes del advenimiento del cristianismo, no supieron tampoco adorar a Dios en el modo correcto; yo formo parte de esta categoría. Estamos condenados por esta culpa y no por algún pecado, nuestra sentencia es la de vivir en un eterno deseo sin esperanza alguna.

Al momento de escuchar esto sentí de inmediato un fuerte dolor en el pecho, en mi corazón, pues comprendí que ahí en el Limbo se encontraban suspendidas almas eminentes, había grandes personajes penando en este lugar.

-Dime, por favor maestro -pregunté movido por la necesidad de afianzarme a certezas, a aumentar mi fe-. ¿Ha sucedido alguna vez que alguien logre salir de aquí, ya sea por mérito propio o de alguien más? ¿Alguien de aquí ha logrado ir al Paraíso?  

-Acababa yo de llegar acá, a encontrarme en esta mísera condición -respondió entendiendo lo que veladamente le preguntaba-, cuando vi entrar a un espíritu todopoderoso coronado con los signos de la victoria. Él sacó de aquí la sombra del primer padre: Adán, y la de su hijo Abel; así como la de Noé y la de Moisés, el obediente conciliador. Se llevó también las almas del patriarca Abraham y del rey David, así como la de Jacobo junto con las de sus hijos y su esposa, Raquel, la mujer por la que tanto hizo. Se fueron con él muchas almas más, y a todas las llevó al Paraíso. Pero quiero que sepas, antes de esa vez, no había salido absolutamente nadie de aquí, ningún espíritu había alcanzado jamás la salvación. 

Mientras Virgilio me contestaba, no parábamos de caminar, seguimos andando hasta que superamos esa densa multitud de almas silenciosas. No habíamos hecho todavía un camino muy largo desde el momento en que recuperé la conciencia, cuando vi una gran luz que, a modo de domo protector, mantenía fuera de ella a las tinieblas. No obstante nos encontráramos aún a una buena distancia, era lo suficientemente clara para darme cuenta de que en ese lugar moraban espíritus magnánimos. 

-¡Oh, tú que le haces honor a la ciencia y al arte, maestro! Te pregunto, ¿quiénes son estas almas que ahí moran y por qué se les tiene en tan alta consideración, tanta, que tienen incluso un trato distinto al de todas las demás?  

-Es debido –me respondió-, a la excelsa fama que han ganado y que aún perdura en el mundo terrenal, esto les ha permitido obtener una gracia en el cielo que los distingue, en verdad, de las otras almas.  

En ese momento escuché una voz diciendo fuerte: “¡Rindan honor al altísimo poeta, pues su alma, que se había ausentado, ahora se encuentra de regreso!” Dicho esto, cesó y se aquietó de nuevo, entonces vi a cuatro grandes almas dirigiéndose hacia nosotros, su aspecto no era ni triste, ni alegre.

-Observa bien al que tiene la espada en la mano –me dice mi maestro-, viene delante de los otros tres, guiándolos. Él es Homero, el más grande de todos los poetas; después le sigue Horacio, el autor de las Sátiras; el tercero es Ovidio y el último es Lucano. Puesto que cada uno de nosotros tiene en común lo que acaba de gritar esa solitaria voz sobre mí, el hecho de ser poetas, es que se nos rinde ese honor, y en eso hacen bien.

Así fue como vi que se reunía la hermosa escuela poética de aquel gran señor de altísimos versos, con los que logra volar por encima de los demás, igual que un águila. Estuvieron conversando un rato entre ellos, hasta que en cierto momento se voltearon hacia mí y me hicieron un gesto de saludo, vi a mi maestro sonreír con agrado por este motivo. Aún mayor fue mi sorpresa cuando me hicieron el gran honor de invitarme a estar junto a ellos, donde de pronto me convertí en el sexto miembro de tan distinguido grupo. Nos encaminamos juntos a la gran bóveda de luz mientras hablábamos de las cosas bellas que tiene el silencio, tan bellas como las que tiene el hablar en este lugar. Después de unos pasos, llegamos al pie de un hermoso castillo circundado por siete muros, que a su vez eran protegidos por un riachuelo que los rodeaba. Este último lo pasamos como si no existiera, atravesé, junto a los sabios que acompañaba, las siete puertas de los muros, para finalmente dar con un prado de hierba fresca que se abría ante nosotros. Ahí había almas de mirada tranquila y seria, con semblantes de gran autoridad, hablaban poco y cuando lo hacían sus voces eran suaves, amenas. Nos movimos a uno de los lados, donde encontramos un lugar al abierto, luminoso y en lo alto, de tal modo que podíamos ver desde ese punto a todos los que se encontraban en este jardín. Ahí, frente a nosotros, como colocados sobre el esmalte verde del prado, me mostraron a los “espíritus magnánimos”, es decir, a las grandes almas del Limbo; recuerdo lo mucho que me emocioné al verlos. 

Vi a Elektra con varios de sus compañeros, entre los que reconocí a Héctor y a Eneas, así como a Julio César que se encontraba armado y con una mirada amenazante. Vi a Camila y a Pentesilea; de la parte opuesta vi al rey Latino que estaba sentado con su hija Lavinia. Reconocí también a uno de los fundadores de la república romana, Lucio Bruto, quien desterró a Tarquinio el Soberbio, a Lucrecia, Julia, Marcia y Cornelia. Separado y en un rincón solitario, vi también a Saladino. Después de alzar un poco la mirada, alcancé a distinguir al maestro de todos los sabios, a Aristóteles, sentado en medio de varios otros filósofos. Todos lo admiran, todos le rinden homenaje. Aquí vi al mismo Sócrates y a Platón, más cercanos al centro que los demás que alcancé a ver de esta antigua familia filosófica: a Demócrito, quien cree que el mundo es gobernado por la casualidad; al cínico Diógenes, a Anaxágoras y a Tales de Mileto, así como a Empédocles, Heráclito y Zenón. Vi a ese gran sabio que describió las cualidades de las plantas, Dioscórides, y a Orfeo, al mismo Cicerón, a Lino, quien fuera hijo del dios Apolo, y al máximo filósofo Séneca. Ahí se encontraba Euclides, fundador de la geometría, Tolomeo, Hipócrates, el persa Avicena y el musulmán Averroes, escritor del mejor comentario de la obra de Aristóteles. No puedo detenerme a hablar detalladamente de todos los que vi, pues es tan vasto lo que pudiera decir, que aun haciéndolo, omitiría seguramente a varios.

Fue entonces, de un momento a otro, que el grupo de poetas del que formaba parte, se dividió en dos, pues mi maestro y yo nos separamos, dirigiéndonos por un camino distinto, fuera de ese lugar. Del ambiente tranquilo en el que nos hallábamos, pasamos a aquel tormentoso.

Y llegué a donde no existe la luz.

Infierno; Canto I

VII Centenario Dantesco

Este 25 de marzo, se cumplen los 721 años del inicio del legendario viaje del sumo poeta, Dante Alighieri, al punto más alto del Paraíso, pasando por el Infierno y el Purgatorio.

Claro, esta es una fecha literaria, es el día en el que el autor decidió que transcurriera el inicio de su obra, la cual, realmente terminó de ser escrita unos meses antes de su muerte, en 1321. Por este motivo, en este 2021 conmemoramos los 700 años de la obra y vida del autor. Este es el VII CENTENARIO DANTESCO.

Para conmemorarlo, nos sumamos a los festejos compartiendo una sorpresa especial; el CANTO I del INFIERNO, contado de una manera muy particular, según la idea de traducción semiótica comentada por Umberto Eco, es decir, les presentamos la Divina Comedia como novela. Este texto forma parte de un trabajo de traducción mucho más amplio y ambicioso, en el que nos encontramos trabajando en este momento.

¡Qué sea de provecho!

Traducción del italiano antiguo al español, realizada por el maestro de lengua y cultura italiana del Instituto Polýglottos; Luis Jiménez Chargoy.


INFIERNO

Canto I – Proemio

A la mitad del camino de nuestra vida como humanos, a mis 35 años, me encontré, repentinamente, perdido dentro de una selva oscura y llena de toda clase de peligros, pues en algún momento, sin percatarme, me había extraviado de la recta vía; del camino que conduce a los hombres a la auténtica felicidad. ¡Cómo me resulta difícil, y al mismo tiempo penoso, intentar describir esta selva que además de salvaje, era violentamente áspera y dificultosa, tanto que de tan sólo recordarla me sobrecoge de nuevo el miedo terrible que sentí al estar ahí!   

Puedo decir que ella es la causa de grandes angustias y amarguras, casi al grado que la podríamos comparar con la misma muerte, pero para poder hablarles del enorme bien que ahí pude hallar, tendré que contarles sobre las demás cosas que vi en este lugar. Para empezar, no logro siquiera recordar el cómo haya yo entrado, pero sé que fue por no darme cuenta de que conducía mi vida como un ciego, a tientas, ofuscado por la oscuridad que de manera inconsciente provocaba con mis actos torcidos y con los errores que no me atrevía a reconocer. Viviendo en ese estado de maldita somnolencia, fue que entré en la selva dormido. Estando ahí, sin haber dejado de recorrerla, fui a dar al pie de una colina, justo donde acaba este tenebroso valle que ha llenado de pesares y miedos mi corazón. Allí, alcancé a subir la mirada y pude ver con asombro cómo su contorno comenzaba a iluminarse con los primeros rayos del sol que, con la claridad de su luz, revela la vía correcta por donde transitar a todos los hombres que la buscan. Eso fue suficiente para que el miedo que había llegado ya a lo más profundo de mi ser, y que me había hecho pasar la noche sumergido en un agitado mar de ansiedad, se aquietara un poco.   

Así como un náufrago que después del desastre, cuando por milagro logra llegar a una orilla, y aún jadeante y tembloroso se voltea para dirigir la mirada hacia las peligrosas aguas de las que a duras penas se ha salvado, contemplando con alivio lo que tan sólo unos instantes antes amenazaba, con toda seguridad, arrebatarle la vida; justo con ese ánimo de sobreviviente dirigí mi mirada hacia el valle que dejaba atrás, hacia la selva que no ha dejado a nadie vivo, nunca. Tuve que detenerme a descansar mientras subía, pues el cuerpo, de por sí débil, se agotó rápidamente por el rigor del ascenso. Después de un momento, seguí mi camino andando por una de las laderas desiertas de la colina, tan escarpada que el único pie que me mantenía firme mientras avanzaba, era el que iba quedando atrás en cada paso.   

Fue aquí, casi al comienzo de mi subida, que surgió de la nada una pantera. Se mostraba ligera, continuaba moviéndose de un lado a otro, siempre delante de mí, acechándome con una agilidad pasmosa, por momentos se encontraba tan cerca que podía distinguir sin problemas los patrones de su pelaje maculado. La presencia de este animal, con su continuo rondar amenazante frente a mí, comenzaba a dificultarme avanzar, lo suficiente para que empezara a pasar varias veces por mi mente la idea de claudicar en mi ascenso, o incluso de retroceder lo que había ya subido.  

Eran los primeros minutos de la mañana y coincidentemente el sol surgía bajo la constelación de Aries, igual que en los primeros instantes de la creación del universo y del origen del tiempo, cuando el amor primigenio echó a andar el movimiento de los cuerpos celestes y de todas las demás cosas bellas por primera vez. Así que, pensándolo bien, por encontrarme en estos momentos tan propicios y con la primavera a cuestas, no podía más que sentir la inspiración de depositar mi esperanza en superar a esta bestia de pelaje moteado. Tengo que decir que, por desgracia, esta inspiración no duró mucho, pues no fue suficiente para evitar dejarme invadir por el miedo terrible al ver que ahora se había incorporado al asedio contra mí, también un león. Este, con su enorme cabeza y con un hambre que se manifestaba tan rabiosa que daba la impresión que incluso el aire a su alrededor temblaba de miedo. Parecía dispuesto a lanzarse sobre mí en cualquier momento.  

Fue en este punto que apareció una loba, tan delgada y seca que me hizo pensar que en su raquítico ser llevaba cargando el hambre insaciable de todos los deseos insatisfechos de la humanidad, el tipo de hambre que empuja a vivir de formas míseras y sumidos en la tristeza a una gran cantidad de personas. Su imagen me dobló. Me generó tal angustia y terror su aspecto tan crudo, que perdí por completo la esperanza de subir la colina y encontrar desde ahí la vía para salvarme de este lugar, en el que parece que estoy condenado. Justo como aquel apostador que sin cesar se regocija de las ganancias que va acumulando de la manera más ávida, y que sin siquiera esperarlo le llega el momento de perderlo todo, reduciéndose a un mar de llanto y tristeza; así terminó por reducir mi ánimo esta última bestia que, lanzándose sin parar sobre mí, me fue empujando, presionándome cada vez más hacia abajo, de regreso a la región donde el sol calla y gobierna la oscuridad.   

He caído de vuelta en este horrendo valle, pero mientras resbalo hacia lo profundo de él, logro distinguir con esfuerzo lo que el largo silencio del sol no me había permitido reconocer; una silueta, había alguien ahí.  

–¡Ten piedad de mí -le alcancé a gritar despavorido-, sea lo que seas, un espectro o un hombre de carne y hueso!  

–Ya no soy un hombre, alguna vez lo fui –me respondió presentándose-, mis padres eran de Lombardía, ambos originarios de la mítica ciudad de Mantua. Yo nací, aunque sólo hayan sido los últimos años, cuando aún gobernaba Julio César, viví y obtuve fama bajo el gobierno del buen Augusto en los tiempos en los que nos regían los falsos dioses paganos. Fui poeta y canté sobre la gesta de aquel hijo tan justo que tuvo Anquises, el que logró, después de un sueño, escapar unos instantes antes de la quema y destrucción de la espléndida Troya. ¿Y tú -se dirigió hacia mí con un tono de reproche- por qué es que vas camino de regreso a esta selva de tormentos, por qué, si tienes la fortuna de haber encontrado la colina que te mostrará el camino hacia el principio y la causa de toda felicidad, no estás subiéndola?  

–¿Entonces eres tú el famoso Virgilio –contesté inclinando la cabeza, tanto por reverencia como por vergüenza-, la fuente de donde brota uno de los ríos más amplios y que más expande de riqueza la poesía? ¡Eres la luz que guía a muchos otros poetas! A mí ha sido de mucho provecho el estudio tan minucioso y con tanto amor que he dedicado a tu obra. Tú eres mi maestro, mi modelo a seguir; tú eres el único de quien he aprendido el estilo de escritura del cual yo mismo me precio. Te pido que mires –le dije señalándole la loba-, a la bestia que me ha obligado a regresar mis pasos hasta este lugar. ¡Ayúdame por favor, gran sabio, me provoca tanto pavor que hace temblar de miedo hasta mi última gota de sangre!   

 –La verdad, peregrino, es que tú tendrás que hacer otro viaje –me confiesa mientras observa cómo me he quebrado en llanto-, si lo que quieres es salvarte de este lugar salvaje. Esta loba -continuó-, que tanto te hace gritar, no deja pasar a nadie, has tenido suerte, pues siempre termina matando a todos los que lo intentan. Su perversa naturaleza es de tanta maldad, que nunca logra, ni logrará, saciar esa hambre voraz, tanto así que cada vez que devora a alguien, termina aún más hambrienta. Son muchas las bestias con las que se asocia en su maligna tarea, pero cada vez serán más y más, hasta aquel día en el que vendrá un galgo destinado a cazarla, entonces la hará agonizar hasta por fin matarla. Un galgo de origen humilde que no tendrá ningún interés en bienes materiales, ni la posesión de tierras o de oro lo corromperá, sino que se fijará en cultivar el conocimiento, el amor y las virtudes. Te vaticino que será la salvación de esta tierra, de la humilde Italia por la que grandes héroes como Euríalo y Niso, o Turno y la virginal Camila, dieron su vida en batalla. Él irá corriendo esta bestia de todas las ciudades en las que haya hecho su guarida, la perseguirá hasta que, habiéndola cazado, la envíe de regreso al Infierno, de donde el mismo Lucifer, por envidia a la humanidad, la liberó para atormentarnos.   

Así que considero que por tu propio bien, de ahora en adelante me sigas, yo seré tu guía. Vendrás conmigo y te sacaré de aquí, viajando a través de uno de los lugares eternos y uno de los mundos de la ultratumba. Ahí escucharás los gritos de desesperación y verás las penas que sufren los espíritus que han muerto desde las épocas remotas, antiguas almas que no cesan de vociferar sus propias condenas. Verás también a aquellos que aun estando sufriendo dentro del fuego, se encuentran agradecidos, pues esperan llegar, tarde o temprano, a estar entre las almas más elevadas. Ya tú, si quisieras subir también entre estas últimas, habrá un alma mucho más digna de lo que yo pudiera ser, esperándote para guiarte en tu ascenso. En ese punto, que es hasta dónde yo puedo llegar, te entregaré a ella y me iré, pues el emperador que reina allá arriba tiene prohibido el ingreso a personas como yo, que nunca acatamos su ley. Él, realmente, gobierna sobre todo lo creado, pero allá en los cielos, desde lo alto de su trono, reina plenamente. ¡Oh felices aquellos a los que destina a estar en su compañía!  

–¡Poeta! -me dirigí hacia él- En el nombre del creador, cuya ley no acataste porque no naciste en tiempo para conocerla, te digo; quiero huir de este lugar, salvarme de la maldad y de las graves consecuencias que ella arrastra. ¡Te lo suplico! Condúceme por donde me acabas de decir, permíteme estar frente a las puertas de la purificación y ver también a los que me describes de manera tan aterradora.  

Entonces se echó a andar, y yo lo seguí.


Roma (I)

Escrito en italiano por Daniela Lorenzo.
Traducción al español de Pablo Castañón.


Roma: Com’è stata fondata

Roma è chiamata “la città eterna”, perché è una città che ha visto i più importanti avvenementi dell’umanità. Una città sinonimo di storia, cultura ed arte: contenente dei più grandi segreti del mondo antico. Indubbiamente, possiamo dire che è una città che ha visto la nascita e lo sviluppo di una delle civilizzazioni più importanti al mondo, quella romana appunto è stata una di quelle che ha dato forma alla nostra realtà e quotidianità fino adesso. Roma; una città che si vanta di un grande potere e una maestosa presenza storica piena di notevoli personaggi da lodare.

Proprio per questo motivo è rilevante conoscere l’origine di questa città unica al mondo. La data della fondazione di Roma risale al 21 aprile 753 a.c. C’è una leggenda che ci racconta un po’ com’è emersa la città, questa narra che venne fondata da Romolo, discendente dalla stirpe reale di Alba Longa (un’antica città situata nell’attuale regione del Lazio). La leggenda ci spiega che Numitore, erede del trono di Alba Longa, fu spodestato dal suo fratello Amulio. Lui ha anche costretto la nipote Rea Silva, la figlia di Numitore, di fare un voto di castità per non avere più eredi che potessero portargli via il trono e diventassero re in futuro.

Tuttavia, il dio Marte s’inammorò di Rea Silva ed ebbero insieme due bambini gemelli, che non erano altri che Romolo e Remo. Quando Amulio li scoprì, chiese ai suoi soldati di ucciderli, ma loro non sono riusciti a toglierli la vita a due piccoli bambini e li abbandonano vicino al fiume Tevere. I due neonati vengono poi trovati, alimentati e accuditi da una lupa. Si pensa che questa lupa non fosse propio un animale, però, una donna di facili costumi. Oggi sappiamo che il termine “lupa” veniva utilizzato in quel tempo come una parola peggiorativa verso le prostitute.

Passato qualche anno, quando i gemelli finalmente crebbero e scoprirono il loro origine, sono tornati ad Alba Longa e hanno ammazzato Amulio, riportando così il trono della città al loro nonno Numitore. Come ringraziamento a Romolo e Remo, li è stato concesso il permesso di costruire una città nuova. Romolo voleva chiamarla Roma; Remo voleva invece chiamarla Remora. Purtroppo, i due fratelli litigarono tra di loro ed alla fine, Romolo uccise Remo.  Ed è così come Romolo fonda la città di Roma e ne prese il potere, diventando il primo dei sette re di Roma.


Traducción al español:

Roma: Cómo fue fundada

Roma es llamada “La ciudad eterna”, debido a que es una ciudad que ha visto los sucesos más importantes de la humanidad. Una urbe sinónimo de historia, cultura y arte; poseedora de los más grandes secretos del mundo antiguo. Indudablemente, podemos decir que ha visto el nacimiento y el desarrollo de una de las civilizaciones protagonistas de la historia; la romana, justamente, fue una de las que le dieron forma a nuestra realidad y a nuestra vida cotidiana hasta el día de hoy. Roma: una ciudad que nos presume de su imponente poder y su majestuosa presencia histórica, llena de personajes dignos de elogiar.

Precisamente por esto es relevante conocer el origen de esta ciudad, única en el mundo. La fecha de la fundación de Roma se remonta al 21 de abril del año 753 a.e.c. Hay una leyenda que nos cuenta un poco cómo emerge la ciudad, esta narra que fue fundada por Rómulo, descendiente de la estirpe real de Alba Longa (Una antigua ciudad situada en la actual región del Lacio). Cuenta la leyenda que Numitor, heredero del trono de Alba Longa, fue derrocado por su hermano Amulio. Y que él obligó a su sobrina Rea Silva, la hija de Numitor, a hacer un voto de castidad, de este modo no fuera a tener un heredero legítimo, que en un futuro pudiera convertirse en rey y le quitara el trono al golpista.

Sin embargo, el dios Marte se enamoró de Rea Silva y engendraron a dos hijos gemelos, quienes resultarán ser ni más ni menos que Rómulo y Remo. Cuando Amulio lo descubrió, ordenó a sus soldados que los mataran, pero ninguno de ellos fue capaz de quitarle la vida a los dos pequeños bebés, así que los abandonaron cerca del río Tíber. Los dos recién nacidos fueron encontrados, alimentados y cuidados por una loba. Se cree que esta loba no fuera exactamente un animal, sino una mujer de la vida galante. Hoy sabemos que el término «loba» (lupa en italiano) se usaba en esos tiempos como una palabra peyorativa hacia las prostitutas.

Pasados algunos años, cuando los gemelos finalmente crecieron y descubrieron su origen, regresaron a Alba Longa y allí mataron a Amulio; devolviéndole entonces el trono de la ciudad a su abuelo Numitor. Como agradecimiento, a Rómulo y a Remo les fue concedido el permiso de construir una nueva ciudad. Rómulo quería llamarla Roma, Remo, en cambio, quería llamarla Remora. Desafortunadamente, los dos hermanos pelearon entre ellos por este motivo y al final, Rómulo terminó matando a Remo. Fue así cómo Rómulo fundó Roma y se hizo con el poder de ella, convirtiéndose en el primero de los siete reyes de la ciudad eterna.

Escritos por la comunidad

Esta es una iniciativa del Instituto Polýglottos que busca activar a los estudiantes mediante la investigación, escritura y divulgación de temas relevantes al idioma que se encuentran estudiando. Creemos que esta es una manera más de crear comunidad y desarrollar aún más nuestras habilidades.

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